Úlceras por presión en adultos mayores, La función principal de la piel es servir como barrera protectora contra el medio externo, su alteración implica la aparición de lesiones y la generación que puede favorecer la discapacidad e incluso precipitar la muerte.
La alteración en los diferentes tejidos que conforman la piel, por cualquier causa trae como consecuencia el inicio de la cascada inflamatoria que trae bajo condiciones de normalidad la reparación de la lesión.
Las úlceras por presión representan un problema común en el cuidado del paciente crónico, especialmente en el anciano con pobre movilidad. La mayoría, superando el 50% ocurren en pacientes mayores de 70 años. La prevalencia en el medio hospitalario puede llegar hasta el 45% en enfermos crónicos.
Se denomina úlcera de presión toda lesión que se produce en cualquier lugar del cuerpo que sufre, o sobre la que se ejerce una presión prolongada, sobre un plano duro, aunque no sea necesariamente intensa, e independientemente de la posición en la cual permanezca el paciente. Ulcera como tal sería la pérdida en la continuidad de la piel, acompañándose de un complejo sindromático que incluye dolor, secreción, inflamación e infección. Denominándose escara, a la costra negruzca que se origina de los tejidos isquémicos y gangrenados.
Podemos establecer entre los más importantes:
La edad, guarda relación con los cambios producidos en la piel y la presencia de mayor número de enfermedades. La inmovilidad con encamamiento prolongado, la pérdida de la sensibilidad en enfermedades neurológicas, estados comatosos, alteraciones circulatorias, afecciones respiratorias con repercusión en la oxigenación tisular, alteraciones endocrinas, malnutrición, incontinencia, tratamientos, afecciones mecánicas y factores psicosociales.
En todo paciente donde confluyan algunos de estos factores se considera necesario una valoración que determine los niveles de riesgo. Tenemos la Escala de Norton, esta incluye situación física, clínica y mental que sumadas nos dan una aproximación sobre la posibilidad de aparición de lesiones.
El consenso Americano de Úlceras propuso desde el año 1989 una clasificación basada en el grado de compromiso de la piel y sus componentes intentando aproximarse a un pronóstico y unificación de criterios:
GRADO I: Eritema (enrojecimiento) que no palidece a la digito-presión. En personas de raza negra, la palidez, edema o induración pueden ser su equivalente. Similar a el enrojecimiento inicial por exposición solar.
GRADO II: Pérdida de tejido cutáneo que incluye epidermis, dermis o ambas. La úlcera es superficial y se presenta clínicamente como una abrasión o cavidad. Parecido a ampollas de quemaduras por plancha.
GRADO III: Compromiso completo del grosor de la piel con daño o necrosis de tejido celular subcutáneo que no compromete fascia.
GRADO IV: Pérdida de tejido extensa, necrosis tisular o daño de músculo, hueso o estructuras de soporte.
TRATAMIENTO.
El tratamiento de las úlceras por presión debe tener un enfoque multidimensional, que puede resumirse en tres grandes grupos: detección de factores de riesgo, clasificación y tratamiento específico de la lesión.
La detección y modificación de los factores de riesgo va a ser de gran ayuda la Escala de Norton acompañada de una buena historia clínica en donde se incluyan aspectos como comorbilidad, valoración física, mental, nutricional y social entre otras. Posteriormente debemos seguir una serie de estrategias para prevenir la aparición de heridas o para evitar que las ya presentes empeoren.
A tener en cuenta medidas generales para cuidado básico de nuestro paciente, resumidas en el siguiente cuadro. MIA
TRATAMIENTO
Probablemente sea las úlceras por presión donde se hayan utilizado los más variados productos, en general para limpiar o desbridar, acelerar o estimular la curación y el fomentar la neoformación tisular de la granulación con diversas sustancias utilizadas a lo largo de la historia.
Luego de realizar una adecuada limpieza del tejido necrótico utilizando la técnica de desbridamiento que consideremos idónea, podemos emplear sustancias que nos permitan una más rápida regeneración tisular. Existen materiales que han demostrado su eficacia para tal fin, por el contrario también otras que resultan deletéreas y que aún son ampliamente utilizadas.
Allman RM. Presure ulcer prevalence, incidence, risk factors, and impact.
Clinic Geriatric Medicine 1997; 13: 421-436. Goode, P. Clin. Geriatric. Med. 1997 Vol 13: 3:550
LECTURAS CONSULTADAS.
Siempre hemos hablado del envejecimiento como un fenómeno creciente de alto impacto en la sociedad, pero las cifras actuales son mucho más contundentes y nos llevan a pensar que ya es una realidad. En el último censo en Colombia del año 2018, más del 13% de la población tenía 60 o más años y este fenómeno de crecimiento es rápidamente progresivo, como se puede ver en la siguiente gráfica de las naciones unidas, donde para el 2100 estas personas representarán cerca del 40% del total de la población.
Una de las preocupaciones más relevantes en la comunidad científica es la posible relación que existe entre la edad y las enfermedades dependientes de la misma, tales como las cardiovasculares o las demencias, entre muchas otras. La buena noticia está en que los programas de prevención y promoción han mostrado ya resultados positivos, evitando o previniendo algunas de estas patologías, dando lugar a un término denominado “compresión de las enfermedades”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha desarrollado el concepto de envejecimiento saludable, basado en evidencias científicas y es así como actualmente promueve una herramienta de evaluación llamada ICOPE por sus siglas en inglés o AIPM en español (Atención Integrada a las Personas Mayores). Podemos decir que es una guía para que los proveedores de salud ayuden a desarrollar y llevar a cabo una atención integral centrada en la persona.
La guía AIPM incorpora el enfoque en la optimización de capacidades intrínsecas del individuo y habilidades funcionales como claves para un envejecimiento saludable y ofrece vías de atención para manejar las condiciones de riesgo, a través de cinco dominios: capacidad locomotora o de movimiento, vitalidad definida como nutrición, capacidad sensorial (visión y audición), cognición, y capacidad psicológica o afecto, traducida como depresión.
La intervención en estas cinco entidades ha demostrado ser muy eficiente para lograr un envejecimiento activo, participativo y saludable, tal como se resume en la siguiente gráfica.
Dado que estos datos están en inglés, lo podemos resumir de la siguiente manera:
En edades tempranas, una buena educación reduce en un 8% la posibilidad de tener demencia.
En edades medias, intervenciones que disminuyen el riesgo de demencias se centran en audición 9%, control de la hipertensión 2% y disminución de la obesidad, 1%
En edades avanzadas las cifras son: dejar de fumar 5%, tratamiento de la depresión 4%, actividad física 3%, aislamiento social 2% y diabetes 1%.
En resumen, son muchas las oportunidades que tenemos a lo largo de la vida para lograr un envejecimiento saludable: es hora de actuar en quienes nos rodean y en nosotros mismos.
* Si desea poner en práctica algunas de estas sugerencias, recuerde hacerlo siempre con el acompañamiento y la supervisión de su médico y del equipo de proveedores de sus servicios de la Salud.