La infección urinaria en ancianos es muy frecuente. Su prevalencia aumenta con la edad, puesto que esta época de la vida produce unos cambios significativos de los mecanismos defensivos. En la población general, la infección urinaria es típica de mujeres sexualmente activas, con una proporción de 10:1 frente a varones. A medida que aumenta la edad, se incrementa la prevalencia de tales infecciones, pasando la relación a 2:1 para las mujeres.
La infección del tracto urinario es el proceso de mayor prevalencia en ancianos institucionalizados, alcanzando unas cifras de prevalencia comprendidas entre el 20 y el 50%.
VÍAS DE INFECCIÓN
Ascendente:
Es la más frecuente, con la colonización periuretral y del vestíbulo vaginal como principales puntos de procedencia de los gérmenes en las mujeres. La existencia de sondas, traumatismos o estasis urinaria produce una migración de las bacterias por la uretra, lo que conduce a una colonización y multiplicación vesical que puede alcanzar al riñón.
En el varón, su diferente anatomía, hace que otras vías de infección sean más importantes y que incluso se registren mecanismos múltiples, por lo que las infecciones urinarias en varones suelen ser de tipo complicado, debido a que en su génesis están implicadas alteraciones en la vía urinaria asociadas a la vejez y a comorbilidades siendo el principal factor predisponente para la bacteriuria. Las patologías más frecuentemente asociadas son enfermedades neurológicas (como la enfermedad de Parkinson o el Alzheimer).
La bacteriuria asintomática, es definida por la presencia de bacterias en el urocultivo de un paciente sin sintomatología urinaria, es frecuente en este grupo etario y prácticamente constante en los pacientes con sonda urinaria. Se habla de bacteriuria asintomática cuando existen al menos 105 UFC/ml del mismo microorganismo, en dos muestras urinarias consecutivas en un paciente carente de sintomatología; El tratamiento sólo está indicado en ancianos que van a ser sometidos a técnicas invasivas genitourinarias o a cirugía mayor, para evitar complicaciones sépticas.
FACTORES DE RIESGO QUE EXPLICAN LA MAYOR PREVALENCIA DE ITU Y DE BACTERIURIA ASINTOMÁTICA
-Riesgo incrementado de contaminación (por incontinencia urinaria y fecal)
– Disminución de estrógenos vaginales.
-Atrofia urológica, con disminución del tono vesical, y aumento del volumen residual posmiccional.
-Incontinencia urinaria de urgencia.
-Picor y sequedad vaginal que producen lesiones en la mucosa.
-Disminución de la inmunidad celular.
-Partos múltiples, que producen daños en los mecanismos de soporte del suelo pélvico (cistocele y rectocele, prolapso uterino).
-Presencia de enfermedades coexistentes (diabetes, otras).
-Accidentes cerebrovasculares (pérdida de control de esfínteres y del nivel de conciencia).
-Cirugía ginecológica previa.
RECOMENDACIONES SOBRE LA DETECCIÓN SISTEMÁTICA DE LA BACTERIURIA ASINTOMÁTICA EN DISTINTAS SITUACIONES CLÍNICAS
Detección y tratamiento de la bacteriuria asintomática posiblemente beneficiosos:
-Trasplantados renales, los primeros 6 meses.
-Mujeres con bacteriuria persistente tras retirada de sonda vesical.
Tratamiento de la bacteriuria asintomática posiblemente beneficioso:
-Antes de cirugía cercana al área perineal (raquis, prótesis de cadera).
-Neutropenia grave posquimioterapia.
-Recambio de sonda si es traumática.
-Pacientes con alteraciones urológicas no corregibles con frecuentes infecciones urinarias sintomáticas.
La profilaxis antimicrobiana para retrasar o prevenir la bacteriuria no está suficientemente justificada, habiéndose comprobado que sólo reduce la bacteriuria los primeros días y después empieza a provocar resistencias y efectos adversos.
Ante la sospecha de una infección urinaria en el anciano, el diagnóstico debe confirmarse a través del laboratorio, puesto que cuando el tratamiento es basado únicamente en la sintomatología, la tasa de errores terapéuticos es muy alta.
El diagnóstico etiológico de la infección urinaria en la persona de edad avanzada es más difícil ya que la recogida de la muestra no puede realizarse en las condiciones adecuadas, lo que comporta un mayor número de muestras contaminadas.
La etiología de la ITU varía en función de su estado de salud, del lugar de residencia (institucionalizado o no), de la edad, la presencia de diabetes, sondaje o trastornos de la médula espinal, la instrumentación previa del tracto urinario y la administración previa de antibióticos. Estos últimos factores se asocian con un incremento en el aislamiento de microorganismos multirresistentes. La gran mayoría de las ITU en el anciano no institucionalizado está causada por una única especie bacteriana.
La cistitis (inflamación de la vejiga), clásicamente produce disuria (dolor al orinar), urgencia miccional, tenesmo vesical ( hacer fuerza para orinar), y poliaquiuria (orina frecuente poca cantidad).
LOS FACTORES DE RIESGO QUE FAVORECEN ESTOS PROCESOS INFECCIOSOS INCLUYEN:
trastornos neurológicos que producen incontinencia o retención urinaria, uso de fármacos con efecto anticolinérgico, comorbilidad, retención urinaria o residuo producido por hipertrofia benigna de próstata y sequedad vaginal.
La pielonefritis (inflamación de los riñones), se manifiesta por fiebre, escalofríos, dolor en fosa renal y decaimiento. Estos síntomas pueden estar alterados o ausentes en los ancianos, y es frecuente la aparición de alteraciones del nivel de conciencia, ausencia de fiebre o somnolencia. También puede tener lugar un síndrome séptico (infección que se generaliza). En la práctica clínica, la distinción entre infección urinaria baja (cistitis) o alta (pielonefritis) no es fácil y en un anciano portador de un catéter vesical, debe sospecharse la existencia de infección urinaria siempre que se produzca un cambio en la situación clínica o funcional como confusión, deshidratación, postración, no justificado por otras circunstancias.
Los pacientes con pielonefritis aguda tienen riesgo de sufrir diversos tipos de
complicaciones:
Sistémicas: bacteriemia, Shock séptico, síndrome del distrés respiratorio del adulto.
Intrarrenales: pielonefritis erisematosa, absceso renal, pionefrosis, absceso
perirrenal.
Diseminadas: diseminación hematógena a endocardio, médula, meninges.
Se habla de infección urinaria recurrente cuando aparecen tres o más
episodios de infección urinaria sintomática en el período de un año.
Son factores de riesgo para este tipo de infecciones: ausencia de estrógenos, volumen residual, reducción del flujo urinario, cirugía previa y cistocele. Siendo más frecuente en mujeres.
FACTORES DE RIESGO PARA EL DESARROLLO DE INFECCIÓN URINARIA COMPLICADA.
-Edad avanzada
-Hospitalización reciente o residir en centro geriátrico.
-Diabetes mellitus
-Lesión medular o enfermedades neurológicas
-Anomalías del tracto urinario (funcionales o anatómicas)
-Etiología rara (tuberculosis)
-Falta de respuesta al tratamiento inicial
-Recurrencia
-Infección por bacterias que desdoblan la urea
-Inmunosupresión
– Instrumentación/catéteres/stent
-Exposición a patógenos nosocomiales (adquiridos en centros hospitalarios)
-Síntomas > 1 semana
-Uso reciente de antibióticos
-Enfermedades que predisponen a necrosis papilar (anemia falciforme, infección por Pseudomonas, abuso de analgésicos)
-Hematuria franca
-Cólico renal
Ante una infección urinaria sintomática, el antibiótico debe elegirse teniendo en cuenta aspectos tales como eficacia, potenciales efectos adversos, coste y posibilidad de generar resistencias. En ancianos con síntomas leves o moderados, debería esperarse al resultado del urocultivo para iniciar el tratamiento.
Cuando se deba iniciar el tratamiento sin conocer el microorganismo causal, el antibiótico elegido de forma empírica dependerá de la flora bacteriana más común según el nivel asistencial y de las características de cada paciente. El tratamiento antibiótico empírico se modificará por otro de espectro más limitado en cuanto se conozca la sensibilidad del microorganismo hallado, dicha selección del antibiótico debe basarse en la sensibilidad observada en urocultivo. Aunque la mayoría de las infecciones urinarias son asintomáticas, los episodios de infección sintomática contribuyen a la morbilidad de esta población.
La duración del tratamiento ideal para asegurar la eficacia del tratamiento es de 7 a 14 días. En el anciano debe tratarse la pielonefritis durante 2 semanas.
INDICACIONES DE INGRESO EN LOS PACIENTES CON INFECCIÓN URINARIA ALTA O PIELONEFRITIS.
-Intolerancia oral a líquidos o fármacos
-Dudas en las posibilidades de seguimiento o control estricto
-Comorbilidad, especialmente descompensada
-Mala situación clínica
-Inestabilidad hemodinámica
-Cuadro séptico
-Escasa mejoría tras 24 h de observación
-Adquisición relacionada con el medio sanitario
-Sospecha de etiología poco frecuente o resistente
-Tratamiento antimicrobiano reciente
-Inmunodepresión
-Infección urinaria complicada
-Infección urinaria de repetición
-Dudas en el diagnóstico
-Deterioro funcional o cognitivo moderado o grave agudo.
INFECCIÓN URINARIA ASOCIADA AL CATÉTER VESICAL
El diagnóstico de la infección urinaria en el paciente portador de sonda vesical es más complejo, debido al valor limitado que puede tener el hallazgo de piuria (orina con pus) en el sedimento y su menor relación con la presencia de bacteriuria, con respecto al paciente que no es portador de catéter vesical.
El subgrupo de ancianos que con más frecuencia es portador de catéter vesical de forma permanente suele ser el de los varones (proporción de 10 a 1). La causa más frecuente es la obstrucción del tracto urinario inferior, por adenoma o por carcinoma prostático, ocupando el segundo lugar de la incontinencia urinaria. Por ello, actualmente se acepta que el hecho de ser portador de un catéter vesical a largo plazo (más de 30 días) supone un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de la infección urinaria y requiere un abordaje, tanto diagnóstico como terapéutico, especial. En estos casos se debería considerar la infección como complicada, al igual que si el paciente tuviera alguna alteración funcional o estructural del tracto urinario.
La presencia del catéter vesical provoca una pérdida de las barreras defensivas locales, debido a cierto grado de distensión uretral y de alteración del vaciado vesical, lo que condiciona una proliferación de microorganismos en la orina residual, además de que el material extraño del catéter pueda precipitar una respuesta inflamatoria y facilitar la adherencia de los microorganismos, especialmente de los gramnegativos a las células uroepiteliales.
Además de estos efectos inherentes al catéter, también se conocen otros efectos mecánicos que pueden participar en las infecciones urinarias, ya que el catéter puede lesionar el epitelio urinario y la capa de glucosaminoglucanos, disminuyendo la función antibacteriana de los polimorfonucleares
Conviene destacar dos características generales importantes de la bacteriuria que provoca la infección en los pacientes portadores de catéter vesical, como son la presencia de una flora mixta (polimicrobiana) y la gran facilidad de que estos gérmenes generen resistencias a los antibióticos.
En el anciano no existe una correlación directa entre las manifestaciones clínicas y la existencia de infección urinaria. Por esto, siempre que se produzca un cambio en la situación clínica o funcional del anciano (confusión, deshidratación, postración, etc.) debe sospecharse.
En caso de que apareciera cualquier cambio clínico, bien general (malestar general, anorexia, astenia, delirium, febrícula-fiebre, hipotensión, etc.) o local (molestias abdominales, dolor lumbar, cambio en las características de la orina) no explicadas por otra causa, se debería poner en marcha lo antes posible una antibioterapia empírica de corta duración. Unos 10 días después del tratamiento se habrá formado una nueva biopelícula, por lo que entonces se debería repetir el cultivo para conocer la flora microbiana.
En los pacientes portadores de sonda vesical a largo plazo y que desarrollan infección sería conveniente plantear el recambio de la sonda vesical, además de iniciar el tratamiento antibiótico.
LECTURAS CONSULTADAS
-Arranz I. Manual de enfermedades infecciosas en Atención Primaria. 2ª edición. Madrid: semFYC; 2005.
-González Guerrero J.L, Pigrau Serrallach C. Infecciones Urinarias. En: Guía de una Buena Práctica Clínica en Geriatría. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Primera Edición 2005.
-Antón Jimenez M, Esteban Saiz R, Ortés Gómez R. En: Tratado de Geriatría para residentes. Edit. Sociedad Español de Geriatría y Gerontología 2007; 42: 429-433.
-Caterino JM, Weed SG, Espinola ja,. Et al. National trends in emergency department antibiotic prescribing for elders with urinary tract infection, 1996-2005. AcadEmerg Med. 2009; 16 (69:500-7.
-Gómez Ayala A. E. Infección Urinaria en el Anciano. Rev. FARMACIA GERIATRICA vol. 23, núm. 4, julio-agosto 2009.
-Arizon Z, shabat S, Peisakh A. et al. Clinical Presentation of Urinary Tract Infection (UTI) Differs with Aging in Women. Arch Gerontol Geriatr. 2012; 55(1): 145-7.
-Cotter M, Donlon S, Roche F. et al. Healthcare-associted infection in Irish long-term care facilities: results from the First National Prevalence Study. J Hosp Infect. 2012; 80 (3): 212-6.
-Picado Sánchez E. Generalidades Sobre Infecciones Urinarias en el Adulto Mayor. Revista Médica de Costa Rica y Centroamérica LXXI (611) 489 – 492, 2014.
-Morelo L. Morelo A. Infección del tracto urinario Adulto Mayor. En: Cornejo L, Sanjur V, Morelo L, Morelo A, editores. En Manual Práctico de Geriatría y Gerontología 2016; 27: 175-180.
– Rodríguez-Burbano L, Pio De La Hoz F, Leal-Castro AL. Costs of infection associated with Urinary Bladder Probes in a Teaching Hospital in Santander, Colombia. Rev Salud Publica (Bogota) 2016; 18 (01) 104-116.
– Cortes JA. et al. Clinical Practice Guidelines for the Diagnosis and Treatment of Community Acquired Uncomplicated Urinary Tract Infections in Women. Rev Fac Med (Caracas) 2015; 63 (04) 565-581.
La infección urinaria en ancianos es muy frecuente. Su prevalencia aumenta con la edad, puesto que esta época de la vida produce unos cambios significativos de los mecanismos defensivos. En la población general, la infección urinaria es típica de mujeres sexualmente activas, con una proporción de 10:1 frente a varones. A medida que aumenta la edad, se incrementa la prevalencia de tales infecciones, pasando la relación a 2:1 para las mujeres.
La infección del tracto urinario es el proceso de mayor prevalencia en ancianos institucionalizados, alcanzando unas cifras de prevalencia comprendidas entre el 20 y el 50%.
VÍAS DE INFECCIÓN
Ascendente:
Es la más frecuente, con la colonización periuretral y del vestíbulo vaginal como principales puntos de procedencia de los gérmenes en las mujeres. La existencia de sondas, traumatismos o estasis urinaria produce una migración de las bacterias por la uretra, lo que conduce a una colonización y multiplicación vesical que puede alcanzar al riñón.
En el varón, su diferente anatomía, hace que otras vías de infección sean más importantes y que incluso se registren mecanismos múltiples, por lo que las infecciones urinarias en varones suelen ser de tipo complicado, debido a que en su génesis están implicadas alteraciones en la vía urinaria asociadas a la vejez y a comorbilidades siendo el principal factor predisponente para la bacteriuria. Las patologías más frecuentemente asociadas son enfermedades neurológicas (como la enfermedad de Parkinson o el Alzheimer).
La bacteriuria asintomática, es definida por la presencia de bacterias en el urocultivo de un paciente sin sintomatología urinaria, es frecuente en este grupo etario y prácticamente constante en los pacientes con sonda urinaria. Se habla de bacteriuria asintomática cuando existen al menos 105 UFC/ml del mismo microorganismo, en dos muestras urinarias consecutivas en un paciente carente de sintomatología; El tratamiento sólo está indicado en ancianos que van a ser sometidos a técnicas invasivas genitourinarias o a cirugía mayor, para evitar complicaciones sépticas.
FACTORES DE RIESGO QUE EXPLICAN LA MAYOR PREVALENCIA DE ITU Y DE BACTERIURIA ASINTOMÁTICA
-Riesgo incrementado de contaminación (por incontinencia urinaria y fecal)
– Disminución de estrógenos vaginales.
-Atrofia urológica, con disminución del tono vesical, y aumento del volumen residual posmiccional.
-Incontinencia urinaria de urgencia.
-Picor y sequedad vaginal que producen lesiones en la mucosa.
-Disminución de la inmunidad celular.
-Partos múltiples, que producen daños en los mecanismos de soporte del suelo pélvico (cistocele y rectocele, prolapso uterino).
-Presencia de enfermedades coexistentes (diabetes, otras).
-Accidentes cerebrovasculares (pérdida de control de esfínteres y del nivel de conciencia).
-Cirugía ginecológica previa.
RECOMENDACIONES SOBRE LA DETECCIÓN SISTEMÁTICA DE LA BACTERIURIA ASINTOMÁTICA EN DISTINTAS SITUACIONES CLÍNICAS
Detección y tratamiento de la bacteriuria asintomática posiblemente beneficiosos:
-Trasplantados renales, los primeros 6 meses.
-Mujeres con bacteriuria persistente tras retirada de sonda vesical.
Tratamiento de la bacteriuria asintomática posiblemente beneficioso:
-Antes de cirugía cercana al área perineal (raquis, prótesis de cadera).
-Neutropenia grave posquimioterapia.
-Recambio de sonda si es traumática.
-Pacientes con alteraciones urológicas no corregibles con frecuentes infecciones urinarias sintomáticas.
La profilaxis antimicrobiana para retrasar o prevenir la bacteriuria no está suficientemente justificada, habiéndose comprobado que sólo reduce la bacteriuria los primeros días y después empieza a provocar resistencias y efectos adversos.
Ante la sospecha de una infección urinaria en el anciano, el diagnóstico debe confirmarse a través del laboratorio, puesto que cuando el tratamiento es basado únicamente en la sintomatología, la tasa de errores terapéuticos es muy alta.
El diagnóstico etiológico de la infección urinaria en la persona de edad avanzada es más difícil ya que la recogida de la muestra no puede realizarse en las condiciones adecuadas, lo que comporta un mayor número de muestras contaminadas.
La etiología de la ITU varía en función de su estado de salud, del lugar de residencia (institucionalizado o no), de la edad, la presencia de diabetes, sondaje o trastornos de la médula espinal, la instrumentación previa del tracto urinario y la administración previa de antibióticos. Estos últimos factores se asocian con un incremento en el aislamiento de microorganismos multirresistentes. La gran mayoría de las ITU en el anciano no institucionalizado está causada por una única especie bacteriana.
La cistitis (inflamación de la vejiga), clásicamente produce disuria (dolor al orinar), urgencia miccional, tenesmo vesical ( hacer fuerza para orinar), y poliaquiuria (orina frecuente poca cantidad).
LOS FACTORES DE RIESGO QUE FAVORECEN ESTOS PROCESOS INFECCIOSOS INCLUYEN:
trastornos neurológicos que producen incontinencia o retención urinaria, uso de fármacos con efecto anticolinérgico, comorbilidad, retención urinaria o residuo producido por hipertrofia benigna de próstata y sequedad vaginal.
La pielonefritis (inflamación de los riñones), se manifiesta por fiebre, escalofríos, dolor en fosa renal y decaimiento. Estos síntomas pueden estar alterados o ausentes en los ancianos, y es frecuente la aparición de alteraciones del nivel de conciencia, ausencia de fiebre o somnolencia. También puede tener lugar un síndrome séptico (infección que se generaliza). En la práctica clínica, la distinción entre infección urinaria baja (cistitis) o alta (pielonefritis) no es fácil y en un anciano portador de un catéter vesical, debe sospecharse la existencia de infección urinaria siempre que se produzca un cambio en la situación clínica o funcional como confusión, deshidratación, postración, no justificado por otras circunstancias.
Los pacientes con pielonefritis aguda tienen riesgo de sufrir diversos tipos de
complicaciones:
Sistémicas: bacteriemia, Shock séptico, síndrome del distrés respiratorio del adulto.
Intrarrenales: pielonefritis erisematosa, absceso renal, pionefrosis, absceso
perirrenal.
Diseminadas: diseminación hematógena a endocardio, médula, meninges.
Se habla de infección urinaria recurrente cuando aparecen tres o más
episodios de infección urinaria sintomática en el período de un año.
Son factores de riesgo para este tipo de infecciones: ausencia de estrógenos, volumen residual, reducción del flujo urinario, cirugía previa y cistocele. Siendo más frecuente en mujeres.
FACTORES DE RIESGO PARA EL DESARROLLO DE INFECCIÓN URINARIA COMPLICADA.
-Edad avanzada
-Hospitalización reciente o residir en centro geriátrico.
-Diabetes mellitus
-Lesión medular o enfermedades neurológicas
-Anomalías del tracto urinario (funcionales o anatómicas)
-Etiología rara (tuberculosis)
-Falta de respuesta al tratamiento inicial
-Recurrencia
-Infección por bacterias que desdoblan la urea
-Inmunosupresión
– Instrumentación/catéteres/stent
-Exposición a patógenos nosocomiales (adquiridos en centros hospitalarios)
-Síntomas > 1 semana
-Uso reciente de antibióticos
-Enfermedades que predisponen a necrosis papilar (anemia falciforme, infección por Pseudomonas, abuso de analgésicos)
-Hematuria franca
-Cólico renal
Ante una infección urinaria sintomática, el antibiótico debe elegirse teniendo en cuenta aspectos tales como eficacia, potenciales efectos adversos, coste y posibilidad de generar resistencias. En ancianos con síntomas leves o moderados, debería esperarse al resultado del urocultivo para iniciar el tratamiento.
Cuando se deba iniciar el tratamiento sin conocer el microorganismo causal, el antibiótico elegido de forma empírica dependerá de la flora bacteriana más común según el nivel asistencial y de las características de cada paciente. El tratamiento antibiótico empírico se modificará por otro de espectro más limitado en cuanto se conozca la sensibilidad del microorganismo hallado, dicha selección del antibiótico debe basarse en la sensibilidad observada en urocultivo. Aunque la mayoría de las infecciones urinarias son asintomáticas, los episodios de infección sintomática contribuyen a la morbilidad de esta población.
La duración del tratamiento ideal para asegurar la eficacia del tratamiento es de 7 a 14 días. En el anciano debe tratarse la pielonefritis durante 2 semanas.
INDICACIONES DE INGRESO EN LOS PACIENTES CON INFECCIÓN URINARIA ALTA O PIELONEFRITIS.
-Intolerancia oral a líquidos o fármacos
-Dudas en las posibilidades de seguimiento o control estricto
-Comorbilidad, especialmente descompensada
-Mala situación clínica
-Inestabilidad hemodinámica
-Cuadro séptico
-Escasa mejoría tras 24 h de observación
-Adquisición relacionada con el medio sanitario
-Sospecha de etiología poco frecuente o resistente
-Tratamiento antimicrobiano reciente
-Inmunodepresión
-Infección urinaria complicada
-Infección urinaria de repetición
-Dudas en el diagnóstico
-Deterioro funcional o cognitivo moderado o grave agudo.
INFECCIÓN URINARIA ASOCIADA AL CATÉTER VESICAL
El diagnóstico de la infección urinaria en el paciente portador de sonda vesical es más complejo, debido al valor limitado que puede tener el hallazgo de piuria (orina con pus) en el sedimento y su menor relación con la presencia de bacteriuria, con respecto al paciente que no es portador de catéter vesical.
El subgrupo de ancianos que con más frecuencia es portador de catéter vesical de forma permanente suele ser el de los varones (proporción de 10 a 1). La causa más frecuente es la obstrucción del tracto urinario inferior, por adenoma o por carcinoma prostático, ocupando el segundo lugar de la incontinencia urinaria. Por ello, actualmente se acepta que el hecho de ser portador de un catéter vesical a largo plazo (más de 30 días) supone un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de la infección urinaria y requiere un abordaje, tanto diagnóstico como terapéutico, especial. En estos casos se debería considerar la infección como complicada, al igual que si el paciente tuviera alguna alteración funcional o estructural del tracto urinario.
La presencia del catéter vesical provoca una pérdida de las barreras defensivas locales, debido a cierto grado de distensión uretral y de alteración del vaciado vesical, lo que condiciona una proliferación de microorganismos en la orina residual, además de que el material extraño del catéter pueda precipitar una respuesta inflamatoria y facilitar la adherencia de los microorganismos, especialmente de los gramnegativos a las células uroepiteliales.
Además de estos efectos inherentes al catéter, también se conocen otros efectos mecánicos que pueden participar en las infecciones urinarias, ya que el catéter puede lesionar el epitelio urinario y la capa de glucosaminoglucanos, disminuyendo la función antibacteriana de los polimorfonucleares
Conviene destacar dos características generales importantes de la bacteriuria que provoca la infección en los pacientes portadores de catéter vesical, como son la presencia de una flora mixta (polimicrobiana) y la gran facilidad de que estos gérmenes generen resistencias a los antibióticos.
En el anciano no existe una correlación directa entre las manifestaciones clínicas y la existencia de infección urinaria. Por esto, siempre que se produzca un cambio en la situación clínica o funcional del anciano (confusión, deshidratación, postración, etc.) debe sospecharse.
En caso de que apareciera cualquier cambio clínico, bien general (malestar general, anorexia, astenia, delirium, febrícula-fiebre, hipotensión, etc.) o local (molestias abdominales, dolor lumbar, cambio en las características de la orina) no explicadas por otra causa, se debería poner en marcha lo antes posible una antibioterapia empírica de corta duración. Unos 10 días después del tratamiento se habrá formado una nueva biopelícula, por lo que entonces se debería repetir el cultivo para conocer la flora microbiana.
En los pacientes portadores de sonda vesical a largo plazo y que desarrollan infección sería conveniente plantear el recambio de la sonda vesical, además de iniciar el tratamiento antibiótico.
LECTURAS CONSULTADAS
-Arranz I. Manual de enfermedades infecciosas en Atención Primaria. 2ª edición. Madrid: semFYC; 2005.
-González Guerrero J.L, Pigrau Serrallach C. Infecciones Urinarias. En: Guía de una Buena Práctica Clínica en Geriatría. Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Primera Edición 2005.
-Antón Jimenez M, Esteban Saiz R, Ortés Gómez R. En: Tratado de Geriatría para residentes. Edit. Sociedad Español de Geriatría y Gerontología 2007; 42: 429-433.
-Caterino JM, Weed SG, Espinola ja,. Et al. National trends in emergency department antibiotic prescribing for elders with urinary tract infection, 1996-2005. AcadEmerg Med. 2009; 16 (69:500-7.
-Gómez Ayala A. E. Infección Urinaria en el Anciano. Rev. FARMACIA GERIATRICA vol. 23, núm. 4, julio-agosto 2009.
-Arizon Z, shabat S, Peisakh A. et al. Clinical Presentation of Urinary Tract Infection (UTI) Differs with Aging in Women. Arch Gerontol Geriatr. 2012; 55(1): 145-7.
-Cotter M, Donlon S, Roche F. et al. Healthcare-associted infection in Irish long-term care facilities: results from the First National Prevalence Study. J Hosp Infect. 2012; 80 (3): 212-6.
-Picado Sánchez E. Generalidades Sobre Infecciones Urinarias en el Adulto Mayor. Revista Médica de Costa Rica y Centroamérica LXXI (611) 489 – 492, 2014.
-Morelo L. Morelo A. Infección del tracto urinario Adulto Mayor. En: Cornejo L, Sanjur V, Morelo L, Morelo A, editores. En Manual Práctico de Geriatría y Gerontología 2016; 27: 175-180.
– Rodríguez-Burbano L, Pio De La Hoz F, Leal-Castro AL. Costs of infection associated with Urinary Bladder Probes in a Teaching Hospital in Santander, Colombia. Rev Salud Publica (Bogota) 2016; 18 (01) 104-116.
– Cortes JA. et al. Clinical Practice Guidelines for the Diagnosis and Treatment of Community Acquired Uncomplicated Urinary Tract Infections in Women. Rev Fac Med (Caracas) 2015; 63 (04) 565-581.